Hasta hace menos de un mes, un mito rondaba entre los estantes del Museo José Royo y Gómez, del Servicio Geológico Colombiano (SGC), en Bogotá. Se decía que a mediados del siglo pasado, paleontólogos estadounidenses habían engañado a científicos colombianos al entregarles, a cambio de una pieza original, la réplica de un cráneo prehistórico encontrado durante excavaciones conjuntas en Villa de Leyva, en 1949.
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De hecho, apenas un par de semanas atrás, una prótesis de resina era la única referencia que podían tener los visitantes del SGC sobre la cabeza del esqueleto del Callawayasaurus colombiensis, un plesiosaurio que se encuentra exhibido en el museo y representa una de sus muestras más emblemáticas, pues fue gracias a ella como se decidió la construcción de ese recinto. Ahora, y gracias a la labor de paleontólogos del SGC y de la Universidad de los Andes, el misterio, digno de una novela científica, fue resuelto, y el cráneo original está custodiado dentro una urna de vidrio, junto con el resto de su esqueleto.
Con más de 10 metros de largo, los plesiosaurios fueron los mayores reptiles marinos de su tiempo, el Cretácico inferior –hace 130 millones de años–. El ejemplar del SGC se fosilizó cuando su cadáver se posó sobre el lecho marino, quedando cubierto por sedimentos que ayudaron a su preservación.
La osamenta del animal, fácilmente reconocible por su pequeña cabeza, largo cuello incrustado en un cuerpo chico y redondo, con una cola corta, permaneció convertida en roca hasta que fue hallada por paleontólogos colombianos del entonces Instituto Geológico Nacional (hoy el SGC) y de la Universidad de California en Berkeley que conformaban una comisión de vertebrados para conocer en detalle la fauna del territorio nacional a mediados del siglo pasado.
El grupo de investigación estaba liderado por el español José Royo y Gómez (en cuyo honor se nombró el museo donde hoy reposa el esqueleto) y por el estadounidense Rueben Arthur Stirton, profesor de Berkeley. Cinco años antes, en octubre de 1944, el Ministerio de Minas expidió una resolución que establecía que los holotipos, es decir, los primeros ejemplares descritos para cada género y especie que se encontraran en Colombia, debían ir al Museo Paleontológico de Berkeley, y que los segundos ejemplares –conocidos en el argot científico como paratipos–, réplicas y moldes se quedarían en Colombia.
Para suerte de Colombia, el Callawayasaurus entraba en este segundo grupo, pues en 1945 se llevaron a cabo las excavaciones de un primer espécimen que había sido encontrado por geólogos de la Tropical Oil Company en la Loma La Catalina, en Villa de Leyva, a solo unos metros de donde ocurrió el segundo hallazgo. Aquel ejemplar fue llevado en su totalidad en cajas numeradas hasta Berkeley. Pero este reptil prehistórico carecía de algo que el nuevo descubrimiento sí tenía: un cráneo altamente preservado, lo cual significaba un tesoro para los científicos dedicados al estudio de este tipo de muestras.
El espécimen del del SGC pudo ser un adulto mayor. Esto, gracias a la forma de sus espinas dorsales.
Foto:
César Melgarejo